Son las siete empunto y aunque parezca extraño
de mí, he llegado con diez minutos de antelación para cambiarme y estirar un
poco, hace escasos minutos estaba
preocupado por que no venga nadie, pero ahora que estoy aquí, en el borde de la
piscina mojándome los pies mientras espero que alguien se digne a aparecer lo
que realmente me preocupa es que se presente alguien. Aun pienso en que estaba
pensando para aceptar dicho disparate… si yo en mi vida he dado una clase a
nadie, es más la última vez que intente explicarle a Dacotta como lanzar un
cuchillo estuvo a punto de clavárselo a Alex que para colmo estaba en la
dirección contraria a la que mi hermana tenía que tirar, así que aún me
pregunto qué narices voy a hacer yo dando clase a diez quizá veinte o incluso
treinta personas. Diez minutos más tarde nadie aparece por allí, en un mundo
normal, pensaría que he ido a la piscina equivocada del barrio, pero sabiendo
que esta es la única piscina de toda la isla, resulta un poco difícil
confundirse de lugar, así que puesto a pasar el tiempo me dispongo a subir el
trampolín y hacer todas esas cosas que hacia cuando era pequeño preparándome
para los campeonatos de trampolín. Cuando estoy arriba, mi corazón comienza a
palpitar, la adrenalina recorre mi cuerpo entero y viejos y bonitos recuerdos
bombardean mi cabeza, en ese momento visualizo lo que quiero hacer, me pongo en
el extremo del trampolín, doy un salto,
lo refuerzo con dos impulsos y salto hacia adelante. Son cinco metros en los
que hago tres piruetas hecho una bola y acabo la acrobacia con un salto del
ángel, aunque me soy un ligero susto cuando tengo que para mí caída con las
manos por que el suelo no es lo suficientemente profundo para ese tipo de
acrobacias, en ese momento, bajo el agua, en uno de los pocos lugares en donde
mis instintos se agudizan, me alegro de no haber hecho un tripe mortal
invertido con caída resta. Cuando salgo del agua una decena de personas
aplauden, supongo porque me habrán visto saltar, aunque sinceramente mientras
saltaba yo no he visto a nadie.
-¿Habéis venido por lo
de clase?
Todos asienten, como él
dijo el director todos son gente de mi edad, y sinceramente me parece muy
extraño que teniendo el mar a veinte minutos exagerando el recorrido ninguno
sepa nadar, así que me tiro al agua y una vez dentro digo
-bueno… ¿A que estáis
esperando?... el primer paso es quitarse la hidrofobia, y solo tenemos tres
horas para que aprendáis lo básico
En ese momento la
expresión que se me viene a la cabeza es la de patos al agua, y nunca mejor
dicho, todos ellos se tiran a la piscina y la mayoría de ellos comienzan a
hundirse y chapotear con terror a ahogarse en lugares en donde hacen pie de tal
manera que podrían sacar medio cuerpo fuera del agua, así que si… patos al
agua. Tres horas después y para mi
suerte, la mayoría flotan y los que no lo hacen por lo menos han comprendido el
concepto de contener la respiración debajo del agua e impulsar con la mayor
fuerza para salir fuera. Me quedo tranquilo cuando al acabar la clase, todos ya
nadan, no son profesionales, ni mucho menos, menos da una piedra.
-Bien… está muy bien
para tres horas, pero de verdad si nadáis aquí una vez a la semana, aprenderéis
más que bien, otra cosa… ya se que tengo la misma edad que vosotros y pensareis
“nos va a dar el sermón”, pero bueno me ha tocado ser el profesor hoy- en
cuanto digo eso se oyen unas carcajadas, eso me indica, que por lo menos me
escuchan y les he caído bien, eso o me han tomado por un completo idiota, pero
me gusta ser positivo así que prefiero lo primero- lo poco que os he enseñado
hoy, pasarlo vale, a ver si logramos que todos nademos
-Aunque sea como
perros… pero nadaremos
-No es la mejor
explicación pero bueno me vale – digo sonriendo, y al final todos acabamos
riéndonos
Todos se van a las
duchas y dado a que no soporto el hecho de que nadie me vea desnudo, bueno
desnudo al completo, así que me quedo un rato más dando saltos en el trampolín,
uno por uno los quince se despiden de mí, diez minutos después ya estoy lo
suficientemente agotado como para parar, al final la experiencia no ha sido tan
mala como me lo esperaba, dado que ahora tengo diez amigos más y bueno, Amanda
no dejaba de mirarme en todo momento, y la chica no está nada mal. Salgo de la
piscina, me seco ligeramente con la toalla y me voy camino de los vestuarios,
estoy apunto d entrar cuando miro la escena, una sala inmensa con una piscina
arrebozar de agua que aún se agita ligeramente después de la última sacudida
que le he metido al caer, todos los focos de luz a tope, mientras que fuera
reina la noche un una luna llena tan grande que parece un queso, esta perfecta
para echarle una foto. Una vez dentro de los vestuarios, me desnudo y me ducho,
bueno tal vez la palabra ducha sea algo exagerada, me meto bajo el chorro de
agua sin cloro me doy una pizca de champú en la cabeza y me aclaro, y desde
luego eso es más bien mojarse que ducharse, después de secarme, vestirme y
cargarme con mis cuchillos, que hacen que me sienta seguro en una noche como
esa, me pongo un jersey fino que he cogido, dado que he previsto que iba a
salir tarde y algo mojado aun, lo bueno que tiene es que ahora para cualquier
persona, yo no voy armado, el jersey cubre los cuchillos, y no sé por qué, pero
después de mirarme en el espejo para colocarme el pelo, me doy cuenta que
también me ha dado un ligero toque de gánster.
Un fuerte estruendo
fuera de los vestuarios llama mi atención, y lo hace porque en un lugar como es
difícil producir un ruido de tal magnitud, y ya no solo por el ruido, si no por
el hecho de que estoy solo, y la piscina ya está cerrada con ese extraño
mecanismo de la puerta que hace que una vez sales ya no puedas entrar hasta que
al día siguiente a las diez de la mañana abren el recinto, en otras palabras
ese ruido me da mala espina, muy mala espina, porque me hace recordar en los
tiempos en los que vivía en el gran continente y tenía que estar continuamente
alerta por si alguna de esas criaturas entraba,
y da la casualidad que cuando lo hacían, no es que fueran especialmente
silenciosas. Meto una de mis manos dentro de mi jersey mientras sujeto uno de
mis cuchillos sin llegar a sacarlo en ningún momento de su funda, y me dirijo
hacia la fuente del ruido, cuando abro la puerta del vestuario, examino con la
mirada rápidamente toda la sala, y cuando veo ese gran agujero en la cristalera
de la piscina, y lo que quiera que la haya roto, reposando ya en el fondo de la
piscina, la cual aún genera ondas de forma virulenta, y solo en ese momento me
doy cuenta que mi vida puede estar corriendo riesgo, pero en el momento en el
que todas las luces se van de golpe y me quedo allí sumido en las sombras,
siendo la única luz la tenue luz que la luna proyecta, es cuando mi cabeza
recuerda el día del apocalipsis, primero se quedó todo a oscuras, después en un
par de horas se podía oír a la gente correr por todos los lados y hacia todas
las partes, unos días después lo hacíamos nosotros por unas calles solitarias y
bañadas en sangre, plagadas de esas cosas y sin idea de cómo usar un arma, y
desde ese día vivir sin luz y con el temor de estar siendo acechado a cada
segundo era normal, cuando me vine aquí olvide lo que eran esos días oscuros en
los que cuando oías un ruido lo único que podías hacer era coger un arma a
distancia trepar a un árbol y rezar por que no fuera un zombie y de serlo que
no fuera una manada, y si ya todo lo anterior no podía ser, por lo menos rezar
para que tuvieras suficiente munición para matarlos a todos, ya había olvidado
lo que era que el corazón te lata a cien quilómetros por hora amenazando con
salírsete del pecho y tener una bola de miedo en la garganta que te impide
respirar con normalidad, en general, ya había olvidado lo que es sentirse la
presa y no el cazador.
Todo mi cuerpo se pone
alerta, mis oídos rastrean cada vibración en el ambiente, mi ojos intenta
transformar a imágenes nítidas todos esas sombras sin sentido, mi olfato
intenta encontrar un olor que no sea cloro o jabón perfumado, y mi tacto
empieza a aferrarse a los cuchillos, creo que incluso con más fuerza que cuando
estaba en el continente, pues allí siempre tenía a mis hermanos y a mis padres
en la habitación o en el árbol de alado, pero en este momento estoy yo solo, y
ya sé que la probabilidad de que sea un zombie es muy poca sino más bien
imposible, porque lo que me da realmente miedo es que sea un humano, porque los
humanos piensan y los zombie no, y eso hace que el ámbito de “caza” sea mucho
más amplio y macabro si cabe la palabra, tal vez es ligeramente exagerado, o
tal vez no, lo único que se es que en estos momentos tengo tanto miedo que el
simple hecho de pensar con claridad se ha vuelto un micro mundo.
-¿Hay alguien ahí?-
pregunto
En cuanto lo hago me
doy cuenta de las gran estupidez que
acabo de hacer y maldigo para mis adentros todo cuanto se me viene a la cabeza,
como se me ha podido ocurrir preguntar eso, es más que obvio que hay alguien y
es muchísimo más obvio aun darse cuenta de que si ese alguien busca atacarme no
va a contestar desvelando así su posición como acabo de hacer yo, ahora solo me
queda quitarme la ropa para que el
cuchillo se clave con más facilidad, sacar un rotulador, y marcarme en el
cuerpo círculos a modo de “clávese aquí”, ralla continua para “seccione sin
salirse” y ralla discontinua para ”vena que suelta mucha sangre”.
Doy unos pasos hacia
adelante, realmente no sé para qué, pero en estos momentos no se me ocurre nada
mejor y el miedo parece estar bloqueando mi creatividad, no mejor dicho el
miedo parece estar bloqueando cada una de las neuronas que me hacen un ser
humano cuerdo, y ahora solo parezco un payaso que se ha olvidado de su guion y
solo puede hacer tonterías sin sentido, así que respiro hondo, intento llevar a
mis venas toda la calma que puedo introducir en mis pulmones y distribuirla por
todo cuerpo, pero como es lógico el oxígeno no es una buena droga
tranquilizante. Llega punto en que mi mente se da cuenta que en esa sala no hay
nada, y que quiera lo que sea que ha entrado en estos momentos se encuentra
dentro de los vestuarios, un lugar alejado de la tenue luz de la luna y lleno
de recovecos donde un psicópata podría esconderse para lazarse sobre mi
espalda, así que más que convencido me dispongo a darme la vuelta, cuando algo,
ya que no puedo definirlo con otra palabras se cruza por delante de mis
narices, y hablo de manera más que literal, una sombra de algo que no logro
reconocer pasa a tan solo un palmo de mi, de tal manera que incluso puedo
sentir el aire que genera al hacerlo, para mi desgracia casi instantáneamente
siento un fuerte golpe en la cabeza, asi que antes de que pueda sacar uno de
mis cuchillos, caigo de bruces en el suelo, y antes de que pueda siquiera
percatarme, todo se hace más oscuro aún si es que eso es posible, y me parece
que si, por que me han hecho tanto daño que me he desmayado.
Durante un tiempo parece
que me despierto en algún tipo de medio de transporte, intento que no se den
cuenta de que estoy consciente, pero el dolor de la cabeza me hace balbucear, y
alguien me pincha algo en el baro que hace que vuelva al mundo de los sueños,
tan rápido como he entrado la con el golpe.
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