viernes, 15 de marzo de 2013

Capítulo 2: Sorpresa


 Son las siete empunto y aunque parezca extraño de mí, he llegado con diez minutos de antelación para cambiarme y estirar un poco,  hace escasos minutos estaba preocupado por que no venga nadie, pero ahora que estoy aquí, en el borde de la piscina mojándome los pies mientras espero que alguien se digne a aparecer lo que realmente me preocupa es que se presente alguien. Aun pienso en que estaba pensando para aceptar dicho disparate… si yo en mi vida he dado una clase a nadie, es más la última vez que intente explicarle a Dacotta como lanzar un cuchillo estuvo a punto de clavárselo a Alex que para colmo estaba en la dirección contraria a la que mi hermana tenía que tirar, así que aún me pregunto qué narices voy a hacer yo dando clase a diez quizá veinte o incluso treinta personas. Diez minutos más tarde nadie aparece por allí, en un mundo normal, pensaría que he ido a la piscina equivocada del barrio, pero sabiendo que esta es la única piscina de toda la isla, resulta un poco difícil confundirse de lugar, así que puesto a pasar el tiempo me dispongo a subir el trampolín y hacer todas esas cosas que hacia cuando era pequeño preparándome para los campeonatos de trampolín. Cuando estoy arriba, mi corazón comienza a palpitar, la adrenalina recorre mi cuerpo entero y viejos y bonitos recuerdos bombardean mi cabeza, en ese momento visualizo lo que quiero hacer, me pongo en el extremo del trampolín, doy  un salto, lo refuerzo con dos impulsos y salto hacia adelante. Son cinco metros en los que hago tres piruetas hecho una bola y acabo la acrobacia con un salto del ángel, aunque me soy un ligero susto cuando tengo que para mí caída con las manos por que el suelo no es lo suficientemente profundo para ese tipo de acrobacias, en ese momento, bajo el agua, en uno de los pocos lugares en donde mis instintos se agudizan, me alegro de no haber hecho un tripe mortal invertido con caída resta. Cuando salgo del agua una decena de personas aplauden, supongo porque me habrán visto saltar, aunque sinceramente mientras saltaba yo no he visto a nadie.
-¿Habéis venido por lo de clase?   
Todos asienten, como él dijo el director todos son gente de mi edad, y sinceramente me parece muy extraño que teniendo el mar a veinte minutos exagerando el recorrido ninguno sepa nadar, así que me tiro al agua y una vez dentro digo
-bueno… ¿A que estáis esperando?... el primer paso es quitarse la hidrofobia, y solo tenemos tres horas para que aprendáis lo básico
En ese momento la expresión que se me viene a la cabeza es la de patos al agua, y nunca mejor dicho, todos ellos se tiran a la piscina y la mayoría de ellos comienzan a hundirse y chapotear con terror a ahogarse en lugares en donde hacen pie de tal manera que podrían sacar medio cuerpo fuera del agua, así que si… patos al agua. Tres horas después  y para mi suerte, la mayoría flotan y los que no lo hacen por lo menos han comprendido el concepto de contener la respiración debajo del agua e impulsar con la mayor fuerza para salir fuera. Me quedo tranquilo cuando al acabar la clase, todos ya nadan, no son profesionales, ni mucho menos, menos da una piedra.
-Bien… está muy bien para tres horas, pero de verdad si nadáis aquí una vez a la semana, aprenderéis más que bien, otra cosa… ya se que tengo la misma edad que vosotros y pensareis “nos va a dar el sermón”, pero bueno me ha tocado ser el profesor hoy- en cuanto digo eso se oyen unas carcajadas, eso me indica, que por lo menos me escuchan y les he caído bien, eso o me han tomado por un completo idiota, pero me gusta ser positivo así que prefiero lo primero- lo poco que os he enseñado hoy, pasarlo vale, a ver si logramos que todos nademos
-Aunque sea como perros… pero nadaremos
-No es la mejor explicación pero bueno me vale – digo sonriendo, y al final todos acabamos riéndonos
Todos se van a las duchas y dado a que no soporto el hecho de que nadie me vea desnudo, bueno desnudo al completo, así que me quedo un rato más dando saltos en el trampolín, uno por uno los quince se despiden de mí, diez minutos después ya estoy lo suficientemente agotado como para parar, al final la experiencia no ha sido tan mala como me lo esperaba, dado que ahora tengo diez amigos más y bueno, Amanda no dejaba de mirarme en todo momento, y la chica no está nada mal. Salgo de la piscina, me seco ligeramente con la toalla y me voy camino de los vestuarios, estoy apunto d entrar cuando miro la escena, una sala inmensa con una piscina arrebozar de agua que aún se agita ligeramente después de la última sacudida que le he metido al caer, todos los focos de luz a tope, mientras que fuera reina la noche un una luna llena tan grande que parece un queso, esta perfecta para echarle una foto. Una vez dentro de los vestuarios, me desnudo y me ducho, bueno tal vez la palabra ducha sea algo exagerada, me meto bajo el chorro de agua sin cloro me doy una pizca de champú en la cabeza y me aclaro, y desde luego eso es más bien mojarse que ducharse, después de secarme, vestirme y cargarme con mis cuchillos, que hacen que me sienta seguro en una noche como esa, me pongo un jersey fino que he cogido, dado que he previsto que iba a salir tarde y algo mojado aun, lo bueno que tiene es que ahora para cualquier persona, yo no voy armado, el jersey cubre los cuchillos, y no sé por qué, pero después de mirarme en el espejo para colocarme el pelo, me doy cuenta que también me ha dado un ligero toque de gánster.
Un fuerte estruendo fuera de los vestuarios llama mi atención, y lo hace porque en un lugar como es difícil producir un ruido de tal magnitud, y ya no solo por el ruido, si no por el hecho de que estoy solo, y la piscina ya está cerrada con ese extraño mecanismo de la puerta que hace que una vez sales ya no puedas entrar hasta que al día siguiente a las diez de la mañana abren el recinto, en otras palabras ese ruido me da mala espina, muy mala espina, porque me hace recordar en los tiempos en los que vivía en el gran continente y tenía que estar continuamente alerta por si alguna de esas criaturas entraba,  y da la casualidad que cuando lo hacían, no es que fueran especialmente silenciosas. Meto una de mis manos dentro de mi jersey mientras sujeto uno de mis cuchillos sin llegar a sacarlo en ningún momento de su funda, y me dirijo hacia la fuente del ruido, cuando abro la puerta del vestuario, examino con la mirada rápidamente toda la sala, y cuando veo ese gran agujero en la cristalera de la piscina, y lo que quiera que la haya roto, reposando ya en el fondo de la piscina, la cual aún genera ondas de forma virulenta, y solo en ese momento me doy cuenta que mi vida puede estar corriendo riesgo, pero en el momento en el que todas las luces se van de golpe y me quedo allí sumido en las sombras, siendo la única luz la tenue luz que la luna proyecta, es cuando mi cabeza recuerda el día del apocalipsis, primero se quedó todo a oscuras, después en un par de horas se podía oír a la gente correr por todos los lados y hacia todas las partes, unos días después lo hacíamos nosotros por unas calles solitarias y bañadas en sangre, plagadas de esas cosas y sin idea de cómo usar un arma, y desde ese día vivir sin luz y con el temor de estar siendo acechado a cada segundo era normal, cuando me vine aquí olvide lo que eran esos días oscuros en los que cuando oías un ruido lo único que podías hacer era coger un arma a distancia trepar a un árbol y rezar por que no fuera un zombie y de serlo que no fuera una manada, y si ya todo lo anterior no podía ser, por lo menos rezar para que tuvieras suficiente munición para matarlos a todos, ya había olvidado lo que era que el corazón te lata a cien quilómetros por hora amenazando con salírsete del pecho y tener una bola de miedo en la garganta que te impide respirar con normalidad, en general, ya había olvidado lo que es sentirse la presa y no el cazador.
Todo mi cuerpo se pone alerta, mis oídos rastrean cada vibración en el ambiente, mi ojos intenta transformar a imágenes nítidas todos esas sombras sin sentido, mi olfato intenta encontrar un olor que no sea cloro o jabón perfumado, y mi tacto empieza a aferrarse a los cuchillos, creo que incluso con más fuerza que cuando estaba en el continente, pues allí siempre tenía a mis hermanos y a mis padres en la habitación o en el árbol de alado, pero en este momento estoy yo solo, y ya sé que la probabilidad de que sea un zombie es muy poca sino más bien imposible, porque lo que me da realmente miedo es que sea un humano, porque los humanos piensan y los zombie no, y eso hace que el ámbito de “caza” sea mucho más amplio y macabro si cabe la palabra, tal vez es ligeramente exagerado, o tal vez no, lo único que se es que en estos momentos tengo tanto miedo que el simple hecho de pensar con claridad se ha vuelto un micro mundo.
-¿Hay alguien ahí?- pregunto
En cuanto lo hago me doy  cuenta de las gran estupidez que acabo de hacer y maldigo para mis adentros todo cuanto se me viene a la cabeza, como se me ha podido ocurrir preguntar eso, es más que obvio que hay alguien y es muchísimo más obvio aun darse cuenta de que si ese alguien busca atacarme no va a contestar desvelando así su posición como acabo de hacer yo, ahora solo me queda quitarme  la ropa para que el cuchillo se clave con más facilidad, sacar un rotulador, y marcarme en el cuerpo círculos a modo de “clávese aquí”, ralla continua para “seccione sin salirse” y ralla discontinua para ”vena que suelta mucha sangre”. 
Doy unos pasos hacia adelante, realmente no sé para qué, pero en estos momentos no se me ocurre nada mejor y el miedo parece estar bloqueando mi creatividad, no mejor dicho el miedo parece estar bloqueando cada una de las neuronas que me hacen un ser humano cuerdo, y ahora solo parezco un payaso que se ha olvidado de su guion y solo puede hacer tonterías sin sentido, así que respiro hondo, intento llevar a mis venas toda la calma que puedo introducir en mis pulmones y distribuirla por todo cuerpo, pero como es lógico el oxígeno no es una buena droga tranquilizante. Llega punto en que mi mente se da cuenta que en esa sala no hay nada, y que quiera lo que sea que ha entrado en estos momentos se encuentra dentro de los vestuarios, un lugar alejado de la tenue luz de la luna y lleno de recovecos donde un psicópata podría esconderse para lazarse sobre mi espalda, así que más que convencido me dispongo a darme la vuelta, cuando algo, ya que no puedo definirlo con otra palabras se cruza por delante de mis narices, y hablo de manera más que literal, una sombra de algo que no logro reconocer pasa a tan solo un palmo de mi, de tal manera que incluso puedo sentir el aire que genera al hacerlo, para mi desgracia casi instantáneamente siento un fuerte golpe en la cabeza, asi que antes de que pueda sacar uno de mis cuchillos, caigo de bruces en el suelo, y antes de que pueda siquiera percatarme, todo se hace más oscuro aún si es que eso es posible, y me parece que si, por que me han hecho tanto daño que me he desmayado.  
Durante un tiempo parece que me despierto en algún tipo de medio de transporte, intento que no se den cuenta de que estoy consciente, pero el dolor de la cabeza me hace balbucear, y alguien me pincha algo en el baro que hace que vuelva al mundo de los sueños, tan rápido como he entrado la con el golpe.  

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