-Pipipipi-pipipipi-pipipipi-pipipipi
El despertador suena de
forma estruendosa , y me hace abrir los ojos dando un salto, y sigue sonando en
los siguientes segundos en los cuales trato de ubicar en donde diablos me
encuentro, después y como de costumbre, le doy un manotazo tirándolo al suelo y
así el estruendo acaba, segundos después y cuando estoy a punto de volver a
entrar en el encantador mundo de los sueños, suena el otro despertador, y el
que preparo apropósito alejado de mi para oblígame a levantarme a apagarlo , lo
bueno es que mis instintos hace que le tire la almohada y tal es mi puntería
que el reloj dos acaba en el suelo y la calma vuelve a mi cuarto, el sol se
cuela tenuemente por la persiana, los pájaros cantan fuera, y mis cansancio
hace que mis ojos vuelvan a cerrarse, hasta que la bruja de mi hermana abre la
puerta y desde fuera grita
-¡Eriiiiiiiiiiiiiiiiik!....
¡me has despertado!
Yo aun con los ojos
cerrados tanteo la cama en busca de la almohada, para estampársela en la boca y
hacer que sus incesantes gritos cesen, cuando caigo en la cuenta que ya la he tirado,
solo me levanto, la miro y digo
-Madre…que pintas
Y como si estuviera
programado para ello se tantea el pelo, deja de gritar, y sale corriendo hacia
el baño, cosa que me da el suficiente tiempo como para levantarme, cerrar la
puerta con el pestillo y volver a la paz y el silencio que tanto admiro,
supongo que lo he heredado de mi padre y sus ámbitos de caza, en los cuales el
silencio es la clave de la supervivencia.
Como de costumbre y casi manía, abro la persiana y
miro al mar durante unos segundos, hoy incluso más rato que el resto de los
días, al fin y al cabo hoy es mi día, y puedo hacer lo que quiera, pues no se
cumplen dieciocho años todos los días, aunque el hecho de que sea mi
decimoctavo cumpleaños también me recuerda que es el noveno desde la gran
catástrofe, jamás podre olvidar el día en el que ese maldito meteorito se
estrellara contra nuestra tierra al igual que tampoco olvidaré el día que
anunciaron la incompetencia de los científicos que mutaron el contenido del
meteorito, parte de mi mente se traslada a ese momento en el que anuncian por
la tele que el apocalipsis está más cerca que nunca, y quien nos lo diría que
llevaba razón, y diez años después solamente quedaran con vida el siete por
ciento de la población mundial, recluidos en islas, alejados de esas cosas que
antes llamábamos personas. Aun no sé qué es lo que les hace ese virus a las
personas, pero la palabra zombie es la que más se asemeja a la realidad, cuando
quiero darme cuenta unas manos se interponen entre mis ojos y el paisaje y la
voz de mi hermano mayor dice
-Felicidades
mocoso…mama quiere que te baje sin que mires- dice con voz dulce y feliz, como
de costumbre
-Sabes que…- digo, pero
me interrumpe, porque sabe lo que voy a decir
-Ordenes de mama, así
que no te quejes y camina, yo te guío
-¿Puedo al menos
vestirme?
-Creo que no… además,
así estas más mono- dice riéndose
Camino a duras penas
con miedo a que mi hermano me dirija camino de una pared, y cuando toca bajar
las escalaras nos pasamos un siglo hasta llegar a bajo, cuando abro los ojos y
me veo delante de mí a mis padres, mi hermana, y mis dos mejores amigos, se
pongo más colorado que un tomate por el simple hecho de que he bajado con un
simple pantalón, y entonces Alex me susurra al oído
-Ve te lo dije… así
estas más mono-
Hago de tripas corazón
y entro en la cocina tal cual estoy, al fin y al cabo, son mis mejores amigos.
Una hora después, y con la tripa llena por el gran desayuno que mi madre ha
preparado, puedo escaquearme a la planta alta para vestirme. No tardo mucho en
hacerlo, como siempre me pongo mis pantalones vaqueros ajustados, ya que son
los únicos vaqueros que me dejan correr con comodidad, me ato mis botas con ese
extraño nudo que mi padre me ha enseñado, me pongo una camisetita, y sobre ella
algo que me gusta llamar mi equis, es un cinturón que se coloca en el pecho y
que queda con forma de equis, que es lugar para guardar mis cuchillos equilibrados, y regalo por mis diez años, y
sin los cuales no voy a ninguna parte, más que nada porque su tamaño es el de
un dedo y medio y son los más ligeros de todo mi arsenal cortante, digo esto
porque al poco de venir a la isla, y cuando digo esto me remonto a hace unos
tres o cuatro años, yo no iba a ninguna parte sin estos cuchillos, sin mis dos
pistolas gemelas, sin mis dos cuchillos de oz que por cierto se colocan en los
lumbares, son igual de grades que un antebrazo y son una pasada, y por último y
no menos importante sin los cuchillos de corte profundo, en definición son como
cuchillos de cocina pero equilibrados, y que van colocados en mis muslos, pero
después de que en mi segundo día de clase, un muchacho me intentara atacar con
una catana, lo cual acabo ligeramente en tragedia, pues no me hizo falta ni dos
segundos para desarmarle, tirarle a suelo y ponerle una de mi hoz en el
cuellos, y de que él me acusara de intentar matarlo… bueno pues digamos que el
director tubo una larga charla con mi padres, con los cuales es más difícil de
dialogar que con nosotros, por el simple hecho de que nos han educado para ir
armados en cualquier momento y así protegidos en este mundo de locos, al final
y por suerte para mi integridad moral, se llegó al acuerdo de que solo podría
llevar estos cuarenta pequeños, que tanto quiero y admiro.
Cuando vuelvo a bajar
al comedor Andrew y Tommy ya me están esperando en la puerta para ir al
instituto, aunque cuando salgo lanzado hacia ellos no puedo evitar fijarme en
que Dacotta, mi hermana a horas del día,
ya está jugueteando con los explosivos que tanto le gustan y que tanto ponen a
mi madre de los nervios, para mi suerte consigo salir de mi casa antes de que
mi madre entre por la cocina y la grite para que saque esas cosas de su cocina
y se las lleve fuera, porque ya es normal que mi madre nunca la diga que tenga
cuidado con eso, pues lleva más tiempos con explosivos que con un lápiz entre
las manos, y exacto, eso es lo que ha provocado este nuevo mundo, hemos pasado
tanto tiempo intentado protegernos que ahora la mayoría los niños, saben mejor
utiliza las armas que escribir, ya que fuera de este lugar eso es lo único que
asegura la supervivencia. Alex maneja las pistolas como una extensión más de su
cuerpo, a Dacotta se le da de lujo que las cosas hagan boom, en cuanto a mí,
dame un cuchillo o un arco, y acabaré con un ejército yo solo, al ser el más pequeño y silencioso de la
familia, mi padre, militar de tierra, mar y aire, se ocupó de enseñarse a
utilizar estas cosas con filo, a moverme por cualquier zona mejor que un animan
en acecho y a pelear mejor que muchos de los hombres que se encuentran en esta
isla, además de que los tres sabemos trepar como monos y nadas como peces, y tenemos muchos conocimientos
en supervivencia y medicina. Pero bueno, ya hace mucho que no hacemos eso, y
ahora es mejor centrarse, estudiar lo que no pudimos y vivir en este mundo, que
intentar vivir en el mundo acabado y derruido del pasado.
En cuanto llegamos a la
escuela y veo aquel panorama, me dan ganas d darme la vuelta cruzar esa mar que
nos separa de los grandes continentes antes que entrar es ese lugar al que
incluso podríamos llamar antro. Niños de todas las edades entran y salen, y
cuando digo de todas las edades me refiero a un rango entre los cuatro y los
veintiún años, pues dadas las circunstancias, todos los cursos se dan en el
único lugar apto, con muchas comillas, para el estudio. Durante el trayecto de
la entrada a clase tenemos que recorrer la friolera de cuatro plantas y dos
pasillos que parecen no tener fin, y antes de llegar debemos de pasar por el
manicomio de lo mocosos, no es que estén locos, lo aparentan, pero no, más bien
es que son críos demasiado pequeños para distinguir de que es razonable y que
sobrepasa la estupidez, en otras palabras en ese pasillo llevar un I-pod al
tope de potencia seria como intentar oír música ambiental y relajante dentro de
una discoteca en la que solo ponen regeton.
La clase de la señorita
Mc. Granyer que pasa más rápido incluso de lo que me gustaría, sinceramente no
he prestado mucha atención a lo que decía, me he dedicado a ojear un libro de
trampas que tome prestado de la biblioteca hace dos semanas, aunque he logrado
escuchar que ha estado hablando sobre la gran purga, que es la forma bonita que
tiene la gente de llamar a le hecho de que unas cosas, llamémoslas zombie nos
expulsaran de nuestras casas y nos hicieran exiliarnos en unas islas que se
encuentran en medio de ninguna parte, luego solo tengo un vacío en el que
estuve leyendo la construcción de una trampa muy compleja, después de eso, solo
ha hablado sobre el paso que vivimos desde que llegamos a estas islas,
evolucionando de vivir en chozas como los neardertales y los esclavos hasta que
los hermanos Dauwdee se embarcaran en un viaje hacia las tierras contagiadas, y
trajeran consigo cargamentos enteros de la tecnología que tanto amábamos y tan
olvidada teníamos, en otras palabras no ha hablado de nada que me interese y
que ya no conozca. Cuando salgo de la clase me percato que hay una panda de
gente tíos de mi edad que me miran de arriba abajo, entre ellos el chaval que
me acuso de intentar rebanarle el cuello, en un primer momento o le doy
importancia, hasta que dos plantas después me percato de dos cosas, la primera
es más que lógica, me van siguiendo y, no sé si están intentado pasar
desapercibidos, pero desde luego si es así no lo están consiguiendo del todo,
la segunda es que, aunque intente disimularlo todos van armados, así que más
disimuladamente cojo tres cuchillos y los coloco entre mis dedos, no tengo intención de atravesar la
cabeza de ninguno de ellos, no es que no pueda, es más bien porque no tengo
ganas de estar limpiando charcos de sangre y también, pero en menor proporción
porque no quiero que me tomen por asesino. El primero de ellos no tarda mucho
es desenfundar un estúpido cuchillo de cocina y en abalanzarse hacia a mí por
la espalda, como solamente haría un cobarde, en una décima de segundo yo ya me
he girado y le he lanzado uno de mi cuchillos a su mano, haciendo que este
choque contra su cuchillo y lo desarme para después tirarle al suelo
simplemente echándome hacía un lado y poniéndole la zancadilla, los otros dos
que aún tengo en las manos va a parar a los costados de la camisa de uno de
ellos, enganchándole sobre las taquillas que tiene detrás, y he hecho esto
porque lleva una cerbatana, y es al único que quiero quietecito de una manera
que sus manos no lleguen a su boca, ya solo quedan dos, uno que no tarda en
abalanzarse sobre mí y que acaba en el suelo con una de mis llaves a la misma
velocidad y por último el chico que un día me acuso. Entonces cometo un fallo,
y me doy cuenta por el profundo escozor que siento en mi brazo izquierdo, el
caso es que he estado mirando a ese idiota tan fijamente a la cara para meterle
miedo que no me he percatado que el de la cerbatana se había soltado, al igual
de que me he percatado de que había tirado su dardo demasiado tarde como para
esquivarlo, algo me hace girar la vista hacia atrás y veo justo en la dirección
que llevaba el dardo de la cabeza de una chica que estaba sacando los libros de
su taquilla, y como la muchacha es sorda no se ha percatado aun de lo que ha
ocurrido, cuando veo eso, en parte me alegro de haber recibido el dardazo y en
parte me culpo por haberme despistado demasiado, me arranco el dardo, y eso me
hace más daño del que creía que me haría, después de extraerlo y ver la forma
de arpón comprendo por qué me ha dolido tanto, aun así me trago el dolor, y
todo mi ser evita que mi cuerpo genere ni una sola mueca de este, desenfundo un
cuchillo con cada mano y entonces digo con un tono que hace que el tío que es
su tiempo me acuso, salga corriendo
-Si me entero de que
lleva veneno, me encargare de hacerte una visita nocturna y degollarte mientras
duermes, no me acusaste tú de eso una vez
Después de que su amigo
abandone al tío de la cerbatana que aún tiene la cintura enganchada por la
camisa que yo he enganchado a las taquillas, me acerco paso a paso y cuando
tengo mi cara junto a la suya, llega el oportuno director, y es eso lo único
que ha salvado a ese insensato de acabar con la nariz rota por un cabezazo.
Soy yo solo el que
acabo en su despacho, lo más graciosos es que como de costumbre yo tengo la
culpa y he empezado la pelea, solo que esta vez tenemos una nueva buena, ahora
resulta que la herida de mi brazo me la he hecho yo, es de eso mismo que me
acusa el director después de supuestamente preguntar a varios alumnos del
centro, sinceramente me da la curiosidad de preguntarle si a los que ha
entrevistado ha sido a mis agresores, pero la experiencia me dice que con este
tío, es mejor mantener el pico cerrado y te llevaras castigo extra
-Bien Erik dado a que
los castigos parecen serte poco sustanciosos, he decidido que esta tarde, de
usted las clases de natación y salto con trampolín
-¿Qué yo de clases?-
preguntó retóricamente riéndome
-Exacto- responde el
director, que no ha captado la pregunta retorica
-Bien espero que sus
alumnos tengan seguro
-Muchacho ya es la
cuarta vez que ocurre algo como esto- dice el director elevando el tono- cuando
yo estudiaba a los alumnos como tú se les aplicaba otras medidas de castigo
menos ortodoxas
-Si también cuando
usted estudiaba, fusilaban a la gente y después preguntaban
-¿Vas a cumplir tu
castigo?.... o ¿tendré que expulsarte?
-Voy a cumplirlo, pero
se acabó de cargar con las culpas de otros señor, yo no tengo las culpas de que
sea huérfano, pero eso no le da derecho a que una vez al año intente matarme de
una manera diferente, y encima tenga que cargar con su castigo- digo haciendo referencia
a Héctor, el pequeño que me acuso de degollarle y me ha metido en otros tantos
líos
-¿Qué insinúas?-
pregunta el director algo alterado
-Sabe perfectamente lo
que insinuó, así que será mejor que le llame y hable con él porque la próxima
vez apuntare a su cuello en vez de a su ropa y armas
-¿Serias capaz de…
-¿De asesinar?...¿de
matar a alguien a sangre fría?... ¿Sabe?, esa fue muy vida durante cuatro años,
yo he matado a más criaturas que usted a rebeldes en la guerra… ese lugar de
ahí afuera te cambia, te enseña a que o eres fuerte y luchas o te comen… y
hablo literalmente, así que hable con ese niño si no quiere ver sangre
derramada sobre sus pasillos
-Erik…
-¿Dígame?- digo más en
tono cabreado
-Entonces comprendes
porque tengo que protegerle, sin encima le castigara, lo hundiría más en la
mierda de lo que ya lo esta
-Tal vez, lo hundiría
más, pero se da cuenta que está creando un psicópata que cree que puede
amenazar de muerte a la gente y que otros se lleven la culpa… sinceramente, le
está inculcando la educación de asesino en serie
-Erik… te levanto el
castigo, tienes toda la razón, tu no debes de cargar con sus culpas
-Oiga, usted y yo no
nos llevamos muy bien, eso es nuevo, pero es esta isla solo cinco personas
saben nadar, mi padre y usted están muy ocupados, y mis hermanos se negaría a
hacerlo, yo lo haré claro que un incentivo que elimine mi falso historial
delictivo no estaría mal
-Lo he cogido… ven a
las siete, te estarán esperando dos clases de tu curso…Erik, no llegues tarde
-Piérdase- digo
saliendo de su despacho
Nada más salir me llamo
estúpido a mí mismo una decena de veces por acepta ir al instituto una tarde de
viernes que podría pasarla con mis amigos celebrando mi cumpleaños, pero bueno,
no puedo negar que el hecho de tener un historial nuevo es un buen regalo y
además he nacido a las doce de hoy, así que si lo celebro mañana no creo que
nadie se moleste, además que coño soy yo el que cumplo años, aun así aceptar lo
de las clases ha sido muy estúpido por mi parte, así que solo me queda salir
corriendo de ese sitio no sea que al director le dé por salir del despacho y
pedirme que de clases durante más tiempo.
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